El fin del petróleo, no es una hipótesis es una realidad científica

Aunque suene apocalíptico, es real: nuestra civilización afronta el riesgo sin precedentes del colapso de sus estructuras socioeconómicas. Nuestras economías se sustentan sobre el consumo de energía abundante y barata que el carbón y el petróleo nos han posibilitado durante los últimos siglos. Sin embargo, ha sido tan salvaje la quema de dichos combustibles que ya estamos viviendo en la actualidad un proceso de agotamiento de dichos recursos. Con dicho agotamiento el metabolismo de nuestras economías se está quedando sin alimento. Nuestra economía se está quedando sin los ingredientes mágicos de crecimiento eterno. Pero no todo van a ser malas noticias, con la escasez de hidrocarburos, automáticamente, vamos a dejar de contribuir al otro gran problema de la humanidad, al cambio climático. Colapso energético y cambio climático son las dos caras de la misma moneda.

Puede parecer ciencia ficción lo que os cuento, pero en realidad es nuestro pan de cada día. A día de hoy la factura eléctrica está poniendo contra las cuerdas tanto a familias como a empresas. Y aunque sorprendentemente ahora todo el mundo achaque esta crisis energética a la guerra de Ucrania todos sabemos que los problemas con el gas fueron anteriores a la invasión. Cada vez hay menos gas. Por no hablar de llenar el depósito del coche. Se le echa la culpa a Putin, pero los jeques árabes alertan de que la capacidad de producción mundial de diesel ha llegado a su techo. Por no hablar de los problemas con el abastecimiento de microchips que tienen en jaque a toda la industria mundial; también fueron previos a la guerra, y su origen tampoco fueron los cuellos de botella logísticos debidos a la covid. Los expertos lo tienen claro: cada vez consumimos más y cada vez escasea más la energía necesaria para abastecer nuestras demandas. Le llaman colapso. 

Pero vayamos a los datos de la Agencia Internacional de la Energía, la responsable de asesorar a los países de la OCDE. En su informe de 2018 ya alertó que para 2025 podría faltar entre el 13 y el 34% del petróleo demandado. Si nos fijamos en las estrategias de lo gigantes de la energía corroboramos dicha tendencia. Podemos ver un ejemplo en el plan estratégico 2021-2025 de la petrolera Repsol. Si bien es cierto que van a invertir 150 millones de $ al año en la búsqueda y puesta en explotación de nuevos yacimientos, no es menos cierto que en 2014 invertían un presupuesto diez veces mayor. Lo mismo pasa con el resto de petroleras del mundo, están invirtiendo un 60% menos de lo que invertían en 2014. Esto se debe a que la rentabilidad de la explotación de petróleo ha disminuido mucho a medida que se han ido agotando los yacimientos más accesibles. Entre 2012 y 2014 las 127 mayores empresas petroleras del mundo perdieron unos 110.000 millones de $ al año. Todo ello a pesar de que el precio del petróleo se ha mantenido en máximos durante ese periodo. Además, incluso si la economía soportara pagar precios mucho más altos por el petróleo, pudiera darse la paradoja de necesitarse más de un barril de energía para extraer cada barril de petróleo, lo que convertiría en físicamente insostenible la actividad.

Por lo tanto es evidente que durante el próximo lustro vamos a afrontar un desabastecimiento de petróleo que va a tener consecuencias estructurales en la organización de nuestra sociedad y nuestra economía. Si vamos al caso concreto de España dos sectores fundamentales de la economía como son el turismo y la automoción van a sufrir una crisis sin precedentes.

Frente a estos análisis, economistas neoliberales como Daniel Lacalle, convencidos de la fortaleza del actual sistema económico y social, creen que la solución a la crisis climática y social pasa por la innovación, la tecnología, la eficiencia y más economía de mercado y competencia. Además opinan que la comunidad científica se puede estar equivocando en sus estimaciones.

Científicos como Turiel no ponen en duda que la investigación y la innovación tecnológica pueden ayudarnos, pero consideran que son soluciones insuficientes. Por una parte la revolución tecnológica no va a llegar en los 5 años de plazo que tenemos antes de que el abastecimiento de hidrocarburos se vea reducido drásticamente. Además dicha revolución se está planteando sobre dos pilares fundamentales: las energías renovables y el hidrógeno verde. Analicemos sus limitaciones. Las energías renovables producen energía eléctrica, electricidad. Pero a día de hoy nuestro consumo eléctrico sólo es del 20% del consumo energético total. Las energías renovables pueden encender nuestras bombillas en casa pero no pueden sustituir el gasoil de nuestros coches, o el gas de nuestras calefacciones. Si bien es cierto que también se está apostando fuertemente por el coche eléctrico no es menos cierto que existen problemas para que el vehículo eléctrico sustituya al de combustión ya que sus baterías requieren de minerales escasos como el litio cuyo abastecimiento no está garantizado. 

En cuanto al hidrógeno, es una tecnología que está muy lejos de estar madura ya que a día de hoy los rendimientos son entorno al 20%.

Pero sobre todo el principal problema radica en que las nuevas tecnologías requieren de cantidades ingentes de minerales escasos y no se ha hecho ningún análisis sobre las reservas existentes de los mismos. 

Parece evidente que no es sensato dejar en manos de tecnologías sin contrastar cuestiones de vida o muerte como el cambio climático o el agotamiento de los recursos que sustentan nuestras economías y sociedades. Sería más sensato adaptar nuestros sistemas económicos a la realidad física del planeta haciéndolos más sostenibles. Segun Turiel es posible mantener nuestra calidad de vida reduciendo en un 90% nuestro consumo de energía y recursos. Para el científico no hay más opción que transitar  desde economías de crecimiento a economías de decrecimiento. El decrecimiento va a ser una realidad impuesta por los límites del planeta, no hay duda, el debate radica en si vamos a decrecer de una forma ordenada manteniendo estándares de calidad de vida aceptables y equitativos o lo vamos a hacer de forma caótica.

La investigadora y antropóloga Yayo Herrero también considera que no basta con tecnología para solucionar estos retos. " Hay que darle una vuelta de arriba a abajo" al sistema. El cambio climático y el agotamiento de los recursos son consecuencia del capitalismo y de un mal desarrollo. Frente a quienes piensan que sin crecimiento no es viable la economía opina que más grave resulta que con crecimiento infinito lo que no sea viable sea la vida en la Tierra. Al igual que Turiel, Herrero considera que a través de el Buen Vivir, a través de una felicidad más satisfecha por el tiempo libre y el ocio que por la producción y consumo de bienes , se pueden compatibilizar una buena calidad de vida con una reducción del consumo de energía y recursos. 


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