La nanotecnología del botijo de la abuela

La nanotecnología está de moda. Desgraciadamente, a nivel popular, no tanto por ser uno de los pilares de la investigación y el progreso del futuro, sino por los bulos que han corrido por las redes sobre la presencia en las vacunas contra la Covid de " nanotubos de grafeno que supuestamente iban a controlar nuestros cuerpos" . La realidad es que hay mucha más nanotecnología en el botijo de mi abuela que nanotubos de grafeno en nuestras vacunas; pero antes de demostrarlo voy a explicar de qué va esto de la nanotecnología y donde podemos encontrarla.



Según la National Nanotechnology Initiative, organismo de referencia internacional en la materia, actualmente la Nanotecnología se define como el conocimiento y el control de la materia en dimensiones de aproximadamente entre 1 y 100 nanómetros. 

Aunque parezca que estamos hablando de ciencia ficción vamos a ver como esta tecnología está a nuestro alcance en un sitio tan común como el supermercado de debajo de casa. Y es que la nanotecnología tiene aplicación en multitud de campos, pero también en el de la industria alimentaria. Pero antes de ir a nuestro supermercado definamos los nanoalimentos:

Según la European Nanotechnology Gateway un nanoalimento es aquel para cuya fabricación (en cualquiera de sus etapas de desarrollo, ya sea el cultivo, producción o envasado) se utilizan herramientas o procesos nanotecnológicos o bien nanopartículas. Las dimensiones ultrafinas y la mayor área superficial de las partículas que forman parte de los nanoalimentos les confieren a éstos un sinfín de potenciales aplicaciones comparadas con las que tienen las estructuras convencionales de mayor tamaño.

Como vemos una rama de la nanoalimentación es la que se dedica al envasado de alimentos. Dentro de este tipo de envases podemos diferenciar los envases activos y los envases inteligentes. Los primeros son aquellos que producen algún efecto deseado sobre el producto, los segundos son aquellos que nos dan alguna información valiosa sobre el producto. Tomemos unos ejemplos de envases activos que he encontrado en el supermercado de mi barrio:

En primer lugar he seleccionado una bandeja de carne de cerdo. Nadie diría que estamos ante un envase activo, ¿ verdad ? Pues no hace falta más que fijarnos en la letra pequeña de la etiqueta para corroborarlo:


Tal y como indica el envase aporta una atmósfera protectora a la carne. Normalmente suele ser a base de  sustancias beneficiosas para el producto ( antioxidantes, antimicrobianos,...). Comprobamos que nuestra bandeja también tiene una almohadilla que absorbe los líquidos de la carne.


Pero vayamos a un envase activo que me ha llamado más la atención y que parece algo más sofisticado. ¿ Sabías que la lata de la cerveza Guiness es un envase activo ?


Leamos la letra pequeña del etiquetado:



Resulta que la propia lata contiene una pequeña cápsula esférica que contiene gas. Cuando se abre la lata de cerveza la presión del interior de la lata disminuye, y entonces se libera el gas de la cápsula aportando esa espuma espesa tan característica de esta cerveza.

Es cuanto a los envases inteligentes no he encontrado ninguno en mi supermercado. Pero tenemos una amplia gama que van desde las latas de cerveza que nos informan cuando la temperatura del producto llega al óptimo para su consumo:


Hasta tetrabrics que nos advierten de la llegada de la fecha de caducidad del producto:


Pero sin duda, el envase más inteligente, más tecnológico, y más útil que he encontrado a mi alrededor es....el botijo de mi abuela. Realmente no es un envase inteligente, sino un envase activo. Eso sí, muy activo! Todos sabemos que es un recipiente de arcilla que no sólo conserva fresca el agua en días secos y calurosos....sino que la enfría! Es una especie de nevera portátil que utilizaban nuestros abuelos. Eso sí, sin necesidad de enchufe ni consumo eléctrico.



Pero, ¿ como enfría el botijo ? Resulta que la evaporación del agua es un proceso endotérmico. O lo que es lo mismo: para que una molécula de agua pase de estado líquido a estado gaseoso tiene que robar energía ( calor ) del entorno. Así, con el ambiente seco y caluroso del verano, al evaporarse poco a poco el agua del botijo, el vapor también se lleva el calor del agua del botijo. Esto es, enfría el agua. Pero dicho vapor de agua tiene que evacuarse del botijo. De lo contrario el aire del botijo se iría humedeciendo poco a poco hasta llegar a saturarse. Y una vez saturado se condensaría de nuevo en su interior, devolviendo el agua líquida al botijo, y devolviéndole consecuentemente su calor. Es ahí donde entra en juego la nanotecnología del botijo:

A diferencia de las vacunas Covid, el botijo sí que tiene infinidad de conductos muy pequeños en sus paredes: los poros de la arcilla. Estos miniconductos del botijo son lo suficientemente grandes para permitir la salida del vapor de agua, pero lo suficientemente pequeños para que el agua líquida no se derrame. De esta forma " el botijo suda", y  con la salida del vapor también sale el calor y se enfría el agua del botijo.

Como podéis observar no hay que morder el anzuelo de las conspiranoias negacionistas para adentrarse en el mundo de la nanotecnología. Basta con ir al supermercado, o con analizar con detalle la tecnología tradicional para darnos cuenta que estamos rodeados de la tecnología de lo minúsculo.


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