Los árboles guardan el registro del clima

Hoy en día basta con mirar nuestro teléfono móvil para saber las condiciones climáticas en cualquier lugar del planeta. No sólo se hace un registro exhaustivo diario sino que los meteorólogos se atreven con la predicción del futuro. Pero a lo largo de la historia la humanidad no siempre se ha tomado esa molestia de medir y registrar meticulósamente las condiciones climáticas. Digamos que ese ha sido un hábito climático durante como mucho los dos últimos siglos. Es por eso que en muchos casos es tan costoso conocer el clima pasado como anticiparse al futuro.


A la ciencia que estudia el clima pasado de la tierra se le llama paleoclimatología. Para ello estudia registros fósiles, acumulaciones de sedimentos en los lechos marinos, burbujas de aire capturada en los hielos glaciales o las marcas de crecimiento que dejan los árboles en sus troncos. Este último tipo de técnicas pertenecen a la disciplina de la dendroclimatología.




Todos sabemos que los árboles crecen ensanchando su tronco creando un nuevo anillo cada año. Sabemos que contando los anillos de la sección de un tronco obtenemos la edad del árbol. Pero la anchura de cada uno de esos anillos guarda mucha más información. Los árboles, cuanto más jóvenes son, más crecen y por tanto la anchura de los anillos en las etapas jóvenes son mayores que cuando los árboles envejecen. Pero además los árboles también crecen más cuando las condiciones climáticas le son favorables. Así los anillos de años secos y fríos suelen ser más finos que los de años lluviosos y templados.



Por lo tanto, en una sección del tronco de un árbol ( en un testigo que perforemos si somos más finos ) podemos obtener un listado de grosores de anillos por año. Además tenemos datos climáticos ( precipitación y temperatura por ejemplo ) registrados de los últimos años ( hasta unos 200 años ). De un simple análisis podemos comprobar si efectivamente los años de los anillos gruesos coinciden con aquellos años en los que las precipitaciones y las temperaturas fueron favorables para el árbol. Pero más allá de un simple análisis podemos hacer un análisis matemático para comprobar si existe una fiable correlación entre la información que nos da el tronco y nuestra información climática estadística. Si existe esa correlación podremos establecer una fórmula matemática que nos de los valores de las variables climáticas estudiadas en función del grosor del anillo de cada año. Y de esta forma, midiendo el grosor del anillo de cualquier año, podremos estimar los valores de temperatura o precipitación para aquel año a pesar de no tener registros estadísticos. Así podemos estimar variables climáticas para los últimos 500, 700 o incluso 1000 años en función de la edad de los árboles con los que contemos para analizar el paleoclima de una zona.



Evidentemente este método sólo nos proporciona estimaciones de valores anuales. Además habrá que desechar árboles que hayan estado intervenidos por el humano, y habrá que seleccionar aquellos que hayan estado expuestos a un mayor estrés climático en aras a que la correlación de su crecimiento con el clima sea más fiable. Es obvio además que los ejemplares seleccionados tienen que ser representativos de la zona cuyo clima queremos analizar.

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