El test del espejo

Históricamente los humanos nos hemos considerado unos seres especiales dentro de los diferentes reinos de especies que habitamos la naturaleza; incluso fuimos mucho más allá, y hasta que Newton explicara el funcionamiento del Sistema Solar con su Ley de Gravitación Universal, la humanidad había tenido una visión antropocéntrica del universo en el que nuestro planeta ocupaba el centro. Nada más lejos de la realidad...

Pero volviendo a la Tierra. ¿ Qué nos hace tan especiales ? ¿ Que nos diferencia del resto de animales ? Durante mucho tiempo pensamos que lo que nos diferenciaba era la inteligencia. "Somos animales racionales que buscamos el conocimiento por el hecho mismo de conocer" dijo Aristóteles hace unos 2000 años. Pero la realidad es que otros animales también son inteligentes. Quizá no poseen una inteligencia tan avanzada como la humana, pero poseen inteligencia.

Lo que realmente nos diferencia del resto de animales es la conjunción de tres cualidades fundamentales: la autoconsciencia, el pensamiento simbólico y el manejo del lenguaje. El pensamiento simbólico y el manejo del lenguaje guardan una estrecha relación. Y es obvio que otros animales no utilizan el lenguaje; se comunican, pero no mediante sistemas simbólicos complejos como el lenguaje. ¿ Y qué hay de la autoconsciencia ? La autoconsciencia es la cualidad según la cual cada persona es consciente de su existencia individual al mismo tiempo que es consciente de que el resto de personas existen de igual manera. Pero, ¿ como sabemos si un chimpancé es o no autoconsciente ?

Es ahí donde entra en juego el experimento de neurociencia que os quiero explicar. Consiste en un sencillo experimento ingeniado a mediados del siglo pasado por el psicólogo Gordon Gallup y denominado el "test del espejo".



En el experimento se colocaron chimpancés en recintos individuales con un espejo. Se dejó a cada mono 10 días en su recinto de forma que se acostumbrara e interaccionara con el espejo. Se observó que los primates se interesaron tanto por los espejos como por las imágenes que reflejaban. Al principio parece que interactuaban con el reflejo como si fuera otro individuo, pero con el paso de los días daba la sensación de que utilizaban la imagen reflejada para inspeccionar su propio cuerpo. ¿ Como salir de dudas ? Resulta que a los investigadores se les ocurrió una ingeniosa técnica: se anestesió a los monos, se les pintó dos puntos rojos en la cara, y se dejó que despertaran. Resulta que al despertar los chimpancés se percataron de las manchas en la cara y las tocaron con la mano. La clave radica en que se tocaron las manchas en su propia cara, no en la imagen reflejada en el espejo. Este hecho indicaba con claridad que los primates eran conscientes de que la imagen reflejada eran ellos mismos. Esto es, los chimpancés son conscientes de su propia existencia, son autoconscientes.

Este mismo experimento es el que un profesor de filosofía puede utilizar para explicar a adolescentes el concepto de autoconsciencia. El ejemplo también se puede aplicar a bebés como mi hijo. Con 12 meses se miraba a un espejo, se reía y jugaba con el niño que veía enfrente. Sin embargo ahora con 18 meses él sabe que el niño del espejo es él mismo y cuando le preguntas por su nombre señala al espejo.

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