Poner orden en el universo de lo minúsculo: Microbios con nombre y apellido

El orden es un valor del ser humano y es la base de otros valores. El orden nos sirve de ayuda a la hora de disponer de más tiempo, ser más eficaces, rendir más, conseguir los objetivos que nos proponemos, etc. El orden, además de lo anterior, también nos puede aportar una cierta tranquilidad, confianza y seguridad.

De esta forma, si siempre dejamos las llaves en el mismo cajón al llegar a casa, no sólo contribuiremos a que nuestro hogar se muestre más ordenado y vistoso. Sino que nos estaremos facilitando un poquito nuestro día a día: nunca perderemos las llaves, pero además ahorraremos tiempo ya que nunca malgastaremos ni un minuto en buscarlas, y además nuestro cerebro se ahorrará una pequeña tarea más. Nunca tendrá que gastar un segundo en pensar donde están las llaves, siempre están en el mismo sitio.


El orden es especialmente importante a medida que la cantidad de nuestras posesiones aumenta. Pero no sólo es importante en cuestiones domésticas. También es importante el orden en la lengua y el vocabulario.


En la aldea de mi abuelo eran pocos vecinos y se nombraban de una forma muy intuitiva: Luis el lechero, María la de abajo,…y mi abuelo era Juanito el andarín. Pero está claro que este sistema no se podía exportar a grandes pueblos y ciudades. Así mi abuelo, cuando migró a la ciudad, pasó a ser Juan Miguel Peñalba. Ni Juanito, ni Juan Peñalba: primero su nombre Juan, luego el apellido paterno Miguel y por último el apellido materno Peñalba. De esta forma cada uno de los miles de ciudadanos nos distinguimos por tener un nombre “único” que nos identifica en exclusividad y nos diferencia de nuestros miles de vecinos.


Decíamos que la importancia del orden crecía con la cantidad. Pues imaginaos su importancia cuando hablamos de microbios. Por poner un ejemplo que nos dé un orden de magnitud: en los océanos del mundo hay más de 100.000.000.000.000.000.000 bacterias. La cantidad de ceros nos asusta más si la enfrentamos al  comparativamente minúsculo número de humanos que habitamos el planeta: unos 7.000.000.000. 



Así, si los humanos nos ordenamos con Nombre y Apellidos, hacer lo mismo con los microbios tiene tanto o más sentido. Los microbios se nombran con dos palabras: la primera es el género al que pertenecen y la segunda su especie.


Recordemos que el género y la especie son las últimas categorías con las que nos diferenciamos los seres vivos dentro de todas las categorías taxonómicas:



A partir de la ordenación de los seres vivos en especies y géneros, se pueden construir clasificaciones de los mismos para disponer de un sistema ordenado que permite la identificación de un ejemplar determinado en la escala de los seres vivos. Las especies representan la unidad básica de la historia evolutiva de los seres vivos. Por ubicarnos un poco así diferenciaríamos en esta escala a un perro y a una lechuza:



Esta clasificación de los seres vivos fue creada por Carl Linnaeus en sus obras “Systema Naturae” ( 1758 ) y “Species plantorum” ( 1753 ). Además el científico sueco creó un protocolo para nombrar las especies según un sistema bonomial a base del género y la especie del ser.




Así al perro común se le asigna el nombre científico de Canis familiaris. Y volviendo al universo microbiano a estos seres diminutos también se les nombra con su género y especie: Staphilococcus aureus por ejemplo.


Esta nomenclatura tiene sus propias normas ortográficas y tipográficas que hay que seguir:


1.- Los nombres científicos deben escribirse en cursiva.


2.- El género se escribe siempre con letra mayúscula inicial. Sin embargo la especie se escribe en minúscula.


3.- Si queremos nombrar a todo un género podemos utilizar el nombre genérico aislado. Por ejemplo: “ el género de bacterias Staphilococcus pertenece a la clase Bacilli “. Pero si queremos referirnos a una especie debemos utilizar los dos términos. Por ejemplo: “ el Staphylococcus aureus causa infecciones de la piel “. Si no hay peligro de confusión ( por ejemplo porque ya hayamos citado el nombre completo anteriormente ) podemos resumir el nombre binomial con la inicial del género seguida de un punto y el nombre de la especie: S. aureus .


5.- Sólo pueden utilizarse en la escritura letras del alfabeto latino, con las excepciones de las letras k y w. Por lo tanto no podrán utilizarse la ñ castellana o letras del alfabeto griego.


6.- Tampoco podrán utilizarse tildes, diéresis o guiones.


Además los nombres científicos deben estar formados siempre por palabras latinas, con independencia de su origen, y no deben modificarse según la pronunciación.


A mediados del siglo XIX los científicos acordaron la ampliación de la nomenclatura establecida por Carl Linnaeus. Y a día de hoy se utilizan los siguientes códigos:









Así los nombres comunes de las especies pueden variar según zonas geográficas, pero los protocolos universales garantizan la coherencia en la nomenclatura científica.


En cualquier caso, y a pesar de estar reglada, la nomenclatura microbiana científica no está exenta de problemas. Por ejemplo un grupo de investigadores podría realizar una investigación y concluir que una especie de bacterias pertenece al género A, mientras que otro grupo las incluye en el género B. Cada grupo investigadores daría un nombre a la bacteria en función de su género. ¿ Cual de los dos nombres debemos dar por válido ?


Muchos investigadores creen erróneamente que el nombre publicado más recientemente es el nombre “correcto”. Pero no es así. Un nombre debe publicarse en un artículo en el International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology. También puede publicarse en otros lugares si se anuncia en las Listas de Validación.





Cuando tengas dudas sobre el uso correcto de la nomenclatura microbiana acude a  El Código Internacional de Nomenclatura de Bacterias (Revisión de 1990). Y sobre todo manténte actualizado sobre publicaciones relevantes en tu campo y estate al tanto de cualquier desacuerdo o nuevos descubrimientos con respecto a la clasificación de microbios. Finalmente, recuerda que los nombres válidos son una cuestión de juicio y consenso científico.

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