El amor no mueve el mundo
La energía, por definición, mueve el mundo. Lo siento por los románticos, pero el amor no es tan importante como la energía. Nos nutrimos de energía, nos movemos con energía, producimos con energía, nos calentamos con energía, … La vida, y especialmente nuestra civilización, se construye sobre la energía.
Pero el tema de la energía también ha adquirido una importancia vital durante las últimas décadas por otra cuestión: el cambio climático que amenaza nuestro modo de vida en la tierra. El cambio climático se debe a los gases de efecto invernadero que emitimos a la atmósfera; pero a su vez unas 2/3 partes de estas emisiones provienen del consumo de energía.
Así que la energía es vital tanto porque la necesitamos para vivir, como porque su uso insostenible nos aboca al cambio climático que también nos amenaza como especie. Y aquí viene el doble problema: en la actualidad nuestra principal fuente de energía son los hidrocarburos ( petróleo, gas, carbón,…). Y nos enfrentamos a una doble amenaza: por una parte la combustión de los mismos genera el CO2 que calienta el planeta y por otra parte son recursos no renovables y que por tanto se agotan con el uso. En concreto poco a poco se están terminando las reservas de petróleo y gas, o por lo menos aquellas reservas de fácil y rentable explotación.
Pero centrémonos en la Emergencia Climática. Según datos del libro “ Energía sostenible sin malos humos “ para evitar un calentamiento del planeta superior a 2ºC ( el límite de lo catastrófico ) cada habitante del planeta debería emitir menos de 1 tCO2/año. Pero, ¿ cuanto emitimos en la actualidad ? Observemos el gráfico de la misma fuente:
En América del Norte emitían en 2013 20 veces más que el límite, en Europa 10 veces, e incluso Africa debería reducir sus emisiones a la mitad. Para hacernos a la idea de los órdenes de magnitud: un vuelo intercontinental emite 2 tCO2. Osea, cada vez que cogemos un vuelo intercontinental estaríamos emitiendo el CO2 que podemos emitir en 2 años ( y no hemos comido, ni cogido el coche, ni calentado nuestro hogar,…).
Enseguida se nos ocurren dos formas de atajar el problema: consumir menos energía o consumir energía no contaminante. La dificultad de la primera opción radica en que para reducir tan drásticamente el consumo de energía hace falta una revolución en nuestro sistema socioeconómico basado en el consumo. No es fácil. En cuanto al paso del consumo de energías fósiles a energías no contaminantes la problemática no es menor. Hacen falta inversiones multimillonarias para que las energías renovables sustituyan a los hidrocarburos. Además existen problemas como la escasez de minerales críticos para las renovables, o el carácter intermitente y el difícil almacenamiento de las mismas. Otras alternativas como la energía nuclear no emiten CO2, pero Fukushima nos demostró la cara B de esta energía.
Los datos nos dicen que los problemas de la energía y el cambio climático requieren soluciones radicales, urgentes, estructurales,…y sin embargo, a pesar de que ya se ha convertido un tema central en la agenda política global, acuerdos tibios como el de Glasgow de los dirigentes mundiales no nos invitan al optimismo.
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